Ensayo Nº3, obra inédita
(Bertoldt Brecht)


Dos payasos. Entre ellos, el señor Schmitt, un gigante, que entra en escena. Los payasos hablan muy alto.
PRIMERO- ¡Qué hermosa velada, señor Schmitt!
SEGUNDO- ¿Qué le parece esta velada, señor Schmitt?
SCHMITT- No la encuentro hermosa.
PRIMERO- ¿No quiere sentarse, señor Schmitt?
SEGUNDO- Vamos, aquí tiene una silla, señor Schmitt. ¿Pero por qué no dice nada?
PRIMERO (se levanta)- ¿No ves que el señor Schmitt desea contemplar la luna?
SEGUNDO- Dime un poco, ¿Por qué siempre estás tratando de lamerle el culo al señor Schmitt? Eso molesta al señor Schmitt.
PRIMERO- Le lamo el culo porque el señor Schmitt es un señor.
SEGUNDO- Entonces yo también le lamo el culo.
PRIMERO- Pide al señor Schmitt que se siente con nosotros.
SCHMITT- Hoy no me siento demasiado bien.
PRIMERO (se levanta)- Y bien, hay que desentristecerlo, señor Schmitt.
SCHMITT- Creo que no puedo desentristecerme. (Un silencio.) Veamos, ¿cuál es el color de mi rostro?
PRIMERO- Rosado, señor Schmitt, siempre rosado.
SCHMITT- Y bien, fíjese que yo lo encuentro blanco.
PRIMERO- Qué curioso, ¿de modo que usted lo encuentra blanco? Sí... en efecto... mirándolo bien, ahora, debo decir que ahora yo también encuentro que tiene la cara blanca.
SEGUNDO- En ese caso, puesto que tiene la cara blanca, debería usted sentarse, señor Schmitt.
SCHMITT- No quisiera sentarme hoy...
PRIMERO- No, no, no hay que sentarse, no hay que sentarse en ningún caso, hay que quedarse de pie.
SCHMITT- ¿Por qué cree usted que debo quedarme de pie?
PRIMERO (al Segundo)- No puede sentarse hoy porque quizás no podría levantarse jamás.
SCHMITT- ¡Mi Dios!
PRIMERO- Escúchalo, parece haberse dado cuenta ya por su propia cuenta. En ese caso el señor Schmitt hará mejor en quedarse de pie.
SCHMITT- Fíjese, tengo una ligera impresión de que mi pie izquierdo me duele un poco.
PRIMERO- ¿Le duele mucho?
SCHMITT- ¿Cómo?
PRIMERO- ¿Realmente le duele mucho?
SCHMITT- Sí, me duele bastante...
SEGUNDO- Porque se queda usted de pie.
SCHMITT- Entonces, ¿debo sentarme?
PRIMERO- No, de ninguna manera. Es lo que nosotros debemos evitar.
SEGUNDO- Si le duele el pie izquierdo, sólo queda una cosa por hacer: sacar el pie izquierdo.
PRIMERO- Y cuanto antes, mejor.
SCHMITT- Diablos, si ustedes lo creen...
SEGUNDO- Pero por supuesto.
(Le serruchan el pie izquierdo.)
SCHMITT- Un bastón, por favor.
(Le alcanzan un bastón.)
PRIMERO- Y bien, señor Schmitt, ¿se para usted mejor ahora?
SCHMITT- Del lado izquierdo, sí. Pero sería necesario que ustedes me devolviesen ese pie, no quiero perderlo.
PRIMERO- Bien, bien, si usted no nos tiene confianza...
SEGUNDO- También podemos irnos..
SCHMITT- No, al contrario, es necesario que se queden, ahora que no puedo andar solo.
PRIMERO- Aquí tiene el pie.
(Schmitt se pone el pie bajo el brazo.)
SCHMITT- Pero ahora se me cayó el bastón.
SEGUNDO- Sí, pero recuperó su pie.
(Los dos ríen ruidosamente.)
SCHMITT- Ahora, realmente, no puedo tenerme en pie. Es la otra pierna, evidentemente, la que empieza a dolerme.
PRIMERO- Pues hay que atenderla.
SCHMITT- No quiero molestarlos más de lo necesario, pero sin el bastón me cuesta mucho arreglármelas.
SEGUNDO- Podemos recoger el bastón y de paso serrucharle la otra pierna, ya que le duele tanto.
SCHMITT- Sí, quizá de esa manera me sienta mejor.
(Le serruchan la otra pierna. Schmitt se cae.)
SCHMITT- Ahora, no puedo levantarme.
PRIMERO- Pero qué espantoso... justo lo que queríamos evitar a cualquier precio es que usted se sentara.
SCHMITT- ¿Qué?
SEGUNDO- Usted no puede levantarse más, señor Schmitt.
SCHMITT- No me diga eso, me hace daño.
SEGUNDO- ¿Qué es lo que no debo volver a decir?
SCHMITT- Que...
SEGUNDO- ¿Que no puede levantarse más?
SCHMITT- ¿No se puede callar?
SEGUNDO- No, señor Schmitt, pero puedo desatornillarle su oreja izquierda, de modo que usted no oiga más que le estoy diciendo que no se puede levantar más.
SCHMITT- Sí, tal vez eso mejore las cosas.
(Le desatornillan la oreja izquierda.)
SCHMITT (al primero)- Ahora solo lo oigo a usted. (El Segundo se cambia de lado.) Mi oreja, por favor... (Encolerizado.) Y ahora tampoco tengo la otra pierna. Esta no es manera de tratar a un hombre enfermo... Sírvanse restituir inmediatamente los miembros perdidos, y restituírmelos a mí, que soy el propietario... (Le ponen la otra pierna bajo el brazo y depositan la oreja izquierda sobre sus rodillas.) Por lo demás, si piensan que van a poder hacer sus bufonadas conmigo, es mejor que sepan que... ¿Qué es lo que tiene ahora mi brazo?
SEGUNDO- Hombre, con todos los trastos que carga...
SCHMITT (dulcemente)- Sí, por supuesto. ¿No quisieran ustedes quitármelos de encima?
SEGUNDO- Lo que nosotros podríamos quitarle de encima es todo el brazo; eso sería mucho mejor.
SCHMITT- Sí, por favor, si ustedes creen...
SEGUNDO- Pero desde luego que sí.
(Le serruchan el brazo izquierdo.)
SCHMITT- Es cómico, pero me vienen a la mente ideas desagradables. (Dirigiéndose al Primero.) Por favor, dígame algo agradable.
PRIMERO- Con mucho gusto, señor Schmitt. ¿Quiere oír un cuento? Dos caballeros salen de una posada. Se ponen a pelear con violencia, se bombardean con bosta de caballo y uno de ellos le acierta al otro con una bola de bosta en plena boca. Este último dice: Muy bien, voy a guardarla acá hasta que llegue la policía.
(El Segundo ríe. Schmitt no ríe.)
SCHMITT- No es una historia hermosa. ¿No podrían contarme algo hermoso? Les repito, tengo en la mente ideas desagradables.
PRIMERO- Pues no, señor Schmitt, aparte de este cuento no sabría que contarle.
SEGUNDO- Pero nosotros podemos serrucharle la cabeza, si en ella tiene ideas estúpidas.
SCHMITT- Sí, por favor, tal vez eso me alivie.
(Le serruchan la parte superior de la cabeza.)
PRIMERO- ¿Cómo se siente ahora, señor Schmitt? ¿Más liviano?
SCHMITT- Sí, mucho más liviano. Ahora me siento mucho más liviano. ¡Solo que siento un poco de frío en la cabeza!
SEGUNDO- Pues póngase su sombrero. (Gritando.) Sombrero...
SCHMITT- Pero no puedo agarrarlo.
SEGUNDO- ¿Quiere su bastón?
SCHMITT- Sí, por favor. (Trata de acertar el sombrero.) Ah, ahora se me escapó el bastón y no puedo agarrar el sombrero. Tengo mucho frío...
SEGUNDO- ¿Y si le desatornilláramos sencillamente la cabeza?
SCHMITT- Dios mío, yo no sé...
PRIMERO- Pero sí.
SCHMITT- Realmente, yo no estoy seguro...
SEGUNDO- Eso es lo que hay que hacer.
(Le desatornillan la cabeza. Schmitt cae de espaldas.)
SCHMITT- Deténganse... Que alguien me ponga la mano sobre la frente...
PRIMERO- ¿Adónde?
SCHMITT- Que alguien me tome de la mano...
PRIMERO- ¿Adónde?
SEGUNDO- ¿Ahora se siente más liviano, señor Schmitt?
SCHMITT- No, porque estoy acostado de espaldas sobre una piedra.
SEGUNDO- Qué quiere, señor Schmitt, no puede tenerlo todo a la vez.
(Los dos se ríen ruidosamente.)

Fin del número. Moraleja:
El hombre no puede hacer nada por el hombre.


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