La paz de París de 1898 y la enmienda Platt de 1901 son los signos bajo los que nace la nueva república. En la primera, dos potencias saldan sus cuentas de guerra y España se retira de Cuba dando lugar a la intervención norteamericana mientras los cubanos observan desde la isla asolada por años de cruenta lucha sin participar en la negociaciones. La segunda, establece el derecho de los Estados Unidos a intervenir en Cuba cada vez que sus intereses lo demanden.
En mayo de 1902 la opresión político-militar se retira formalmente pero el poder monopólico queda. Cuba es colonia norteamericana y ésta será su principal característica durante medio siglo.
En un país arrasado, los imperialistas encuentran un fenómeno interesante: la industria azucarera en plena expansión capitalista.
A pesar de que la caña de azúcar se conoce en Cuba desde el siglo XVI, habiendo sido introducida pocos años después de la conquista de América, el sistema esclavista de explotación mantuvo su cultivo a niveles poco mayores que los de subsistencia. Es a partir de las innovaciones tecnológicas que hacen del ingenio una fábrica, de la introducción del ferrocarril y de la abolición de la esclavitud, que la producción azucarera crece a ritmos elevados, ritmos que se vuelven vertiginosos bajo los auspicios yanquis.
Las ventajas naturales para este cultivo están a la vista de todos pero, sumado a todas estas ventajas y con carácter predominante, está el hecho de que Cuba fue desarrollada como la factoría azucarera de los Estados Unidos.
Los bancos y capitalistas norteamericanos controlaron bien pronto la comercialización del producto y, además, una buena parte de la producción industrial y de la tierra. De esta manera, el dominio monopólico se establecía sobre todos los aspectos de la producción azucarera que, a su vez, por las características de monoproductora que rápidamente alcanzara Cuba, se convertía en factor predominante de su comercio exterior.
Este es un segundo carácter definitorio de la época; Cuba es el país productor y exportador de azúcar por excelencia y, si no se desarrolló más aún en este sentido, fue porque las contradicciones capitalistas ponían su límite a la expansión contínua de la producción azucarera cubana por más que ésta dependiera, en medida fundamental de capitales norteamericanos.
El gobierno norteamericano utilizó el régimen de cuotas, no solamente como una protección a su industria azucarera, impuesta por los propios productores internos, sino además como un sistema que permitiera la introducción irrestricta de la manufacturas norteamenricanas en Cuba. Los tratados preferenciales de principios de siglo dieron a los productos norteamericanos una ventaja en el arancel de 20% sobre la nación más favorecida, cualquier otra con la cual Cuba concertara convenios. En las condiciones de competencia descritas y considerando la cercanía geográfica que daba ventajas al transporte, se hacía casi imposible para cualqier extranjero competir con productos norteamericanos manufacturados.
El sistema de cuotas significó un estancamiento de la producción azucarera; en los últimos años la plenitud de la capacidad productora cubana era utilizada en raras ocasiones. Este sistena contemplaba el trato preferencial del azúcar cubano, lo que hacía que no hubiera cultivo que pudiera competir con la caña en cuanto a efectividad económica. Por ello, las dos fundamentales ocupaciones de nuestro agro fueron, ésta que estamos describiendo, y la cría extensiva de ganado de baja calidad en potreros de pastos naturales que servían también de área de reserva a los cañoneros.
El desempleo se instala como mal endémico de la isla y, bajo su influjo, los campos son abandonados y cambia la composición demográfica, buscando los campesinos el amparo de las ciudades. Pero la industria no se desarrolla tampoco. Sólo lo hacen algunas empresas de servicios y todas bajo el patrocinio yanqui (transporte, comunicaciones y energía eléctrica).
La falta de industrias y la gran efectividad económica del azúcar condicionaron el desarrollo de un comercio exterior muy grande con todas las características coloniales: productos primarios hacia la metrópoli, productos manufacturados hacia la colonia. El imperio español había hecho lo mismo pero con menos habilidad.
Los otros productos exportables eran de las mismas características que el azúcar aunque su proporción no pasaba del 209 en el total: tabaco, principalmente en rama; café; sólo ocasionalmente dada la pequeña producción, cobre y magneso sin elaborar, níquel semielaborado, algo más tarde.
Queda entonces configurado el cuadro de la economía cubana. País monoproductor (de azúcar), con un mercado de esportación e importación determinate (Estados Unidos), y una gran dependencia del comercio exterior para toda su vida económica.
La burguesía importadora se desarrollaba al influjo de este estado de cosas y constituía una de las más grandes barreras opuestas a la industrialización del país. Sólo en años posteriores esta misma burguesía se aliaba a los intereses manufactureros norteamericanos, creando industrias que utilizaban equipo, materias primas y tecnología norteamericanas y fuerza de trabajo autóctona, barata. Las ganacias volvían a la patria de los monopolios; en un caso a las compañías madres, en otro a los bancos norteamericanos, donde los capitalistas criollos tenían más seguras sus ganacias.
Este desarrollo distorcionado mantenía, junto a un gran desempleo y, por ende, una gran pobreza, grandes capas parasitarias y fomentaba la división de la clase proletaria mediante el auge de la aristocracia obrera constituída por los trabajadores de las empresas imperialistas suyos salarios eran muy superiores a los del obrero que vendía su fuerza de trabajo a los pequeños capitalistas nacionales e infinitamente mayores que los ingresos de los semiocupados o desocupados totales.
El "modo de vida americano" se introducía en la sociedad cubana, indefensa ante la penetración de los monopolios, y las importaciones suntuarias ocupaban un gran porcentaje del comercio mientras el mercado azucarero se estancaba y con él, la posibilidad de adquirir las preciosas divisas. La balanza de pagos se hacía cada año más deficitaria consumiendo las reservas atesoradas durante la Segunda Guerra Mundial.
Con excepción de los años 1950 y 1957, en que los precios azucareros sufrieron saltos temporales por las situaciones bélicas creadas en Corea y en el Cercano Oriente, la relación de intercambio mostró una merma constante en la década posterior a 1948. (Triste destino; sólo la guerra deba bienestar relativo al pueblo de Cuba).
El monto físico de las exportaciones se estancaba y la tendencia en la relación de intercambio tendía a dapauperarse; necesariamente el nivel de vida cubano debía reducirse, en términos reales, sino se tomaban medidas internas compensatorias. Y éstas se "tomaron". Consistieron, principalmente, en la elevación de los presupuestos de obras públicas y la creación de organismos crediticios estatales, fomentadores de la inversión industrial privada.
Nunca han sido utilizadas tan abiertamente las herramientas estabilizadoras recomendadas por los economistas keynesianos, para encubrir el desfalco de los fondos públicos y el enriquecimiento ilícito de políticos y capitalistas a ellos aliados. La deuda nacional se elevó considerablemente. Se construyeron carreteras y autopistas lujosas, túneles, enormes hoteles alrededor de la Habana y las grandes ciudades, sin que todas estas obras tuviesen una real utilidad económica o representaran el destino más apropiado para un país subdesarrollado.
Se montaron un grupo de industrias que por sus características se podían dividir en dos sectores: uno de fábricas de relativa alta tecnología, propiedad de empresas norteamericanas que utilizaron los pocos recursos crediticios del país, pobre y de muy inferior desarrollo económico para incrementar sus activos exteriores; otro, un número de fábricas con equipos obsoletos, con tecnología antieconómica que, desde el inicio de su operación, requerían el subsidio y la protección estatal. Este grupo fue el que sirvió de medio para el enriquecimineto de allegados al poder, por la vía de enormes comisiones en la adquisición de los equipos.
En 1958 la población cubana ascendía a 6.5 millones de personas con un ingreso per cápita de unos $350 (calculando el ingreso nacional según la metodología capitalista); la fuerza de trabajo ascendía a una tercera parte del total de habitantes y una cuarta parte de la misma se encontraba prácticamente desempleada.
Simultáneamente con un gran derroche de tierras fértiles y la subutilización de la fuerza de trabajo rural, las importaciones de alimentos y fibras textiles de orígen agrícola, ascendían como promedio al 28% del total de importaciones. Cuba poseía un coeficiente del 0.75 cabezas de ganado bovino por habitante, índice que la situaba únicamente por debajo de los grandes países ganaderos. El tipo de explotación extensiva sólo permitía obtener rendimientos poco eficientes de esta enorme riqueza pecuaria y obligaba a importaciones de ciertos productos derivados de la ganadería.
El coeficiente importado del Ingreso Nacional ascendió de 32% en 1948 a 35% diez años después. Las exportaciones representaban el 90% del total de ingresos de divisas del país. A su vez, la repatriación de utilidades declaradas de capital extranjero absorbía el 9% de las entradas de divisas en la balanza comercial.
Debido a la depauperación constante de la relación de intercambio y la salida de utilidades del país, la economía cubana tuvo un déficit total en su balanza de pago, en los nueve años del período 1950-58, de 600 millones de pesos, lo cual redujo su reserva de divisas disponibles a unos 70 millones. Esta reserva representaba el 10% de las importaciones anuales promedio de los últimos tres años.
Y la revolución llegó al poder. Los dos problemas económicos principales a que se enfrentaba la Revolución Cubana en sus primeros meses, son el desempleo y la escasez de divisas. El primero entrañaba el aspecto político más agudo pero el segundo era muy peligroso dada la dependencia enorme de Cuba con respecto al comercio exterior.
Se puede decir que estos son los primeros puntos que enmarcaron la política económica del gobierno revolucionario y de los cuales es conveniente hacer un somero análisis para encontrar los aciertos y errores en las actividades emprendidas en aquellos meses.
La Reforma Agraria implicaba un cambio institucional de tal profundidad que, inmediatamente que la misma se realizara, se estaría en disposición de eliminar los frenos que hasta ese momento habían impedido utilizar los recursos humanos y naturales, años tras años aciosos.
Debido al predominio que en la organización de la producción agrícola mantenía el latifundio y a las enormes plantaciones cañeras organizadas en forma capitalista, fue relativamente fácil convertir este tipo de unidad en granjas estatales y cooperativas que abarcaban enormes extensiones de área. Por esta vía, Cuba evitaba el lento proceso por el que han pasado otras revoluciones agrarias: repartir las tierras en un número fantástico de minifundios y después comenzar la agrupación de los mismos con el objetivo de aplicar técnicas más modernas, que sólo son factibles a ciertas escalas de producción.
¿En qué consistió la orientación económica en el sector agrícola con posterioridad al cambio de propiedad de las grandes unidades de producción? Como parte natural de este proceso, el desempleo rural desapareció y los esfuerzos principales se encaminaron al autoabastecimiento en la mayor parte de los productos alimenticios y materias primas de orígen vegetal y pecuario. Con una sola palabra podíamos definir hacia donde iba el desarrollo agropecuario: diversificación. O sea, que la revolución en su política agrícola presentaba la antítesis de lo que había existido durante los años de dependencia del imperialismo y la explotación de la clase propietaria de las tierras. Diversificación-versus-monocultivo, pleno empleo-versus-brazos ociosos; tales son las transformaciones que mejor pueden representar los cambios producidos en aquellos años en la zonas rural.
Es conocido que, inmediatamente después de estas transformaciones surgieron serios problemas en la agricultura cubana que solamente meses más tarde, comenzaron a resolverse. ¿Cómo se puede explicar la escasez relativa de algunos productos agropecuarios y, principalmente, la caída en la producción cañera, si la revolución comenzó precisamente por incorporar al proceso agrícola todos los recursos ociosos que en él se encontraban y que significaban grandes potenciales de desarrollo? Reconocieron dos errores principales.
El primero de ellos consistió en la interpretación que le dimos al término diversificación. En lugar de llevar el proceso en términos relativos, se llevó en grado absoluto. Las áreas cañeras fueron reducidas para dar paso a nuevos cultivos lo cual significó un descenso general de la productividad agrícola; durante toda la historia económica de Cuba la caña se había encargado de demostrar que en ninguna otra cosecha los recursos rendían niveles de eficiencia tan altos como cuando en ella se aplicaban. Que esto sucediera sin que muchos se percataran de las implicaciones económicas, se explica por la idea fetichista que ligaba la caña a la dependencia de Cuba con el imperialismo y al nivel de la miseria alcanzado en los campos sin analizar a los verdaderos culpables: las relaciones de producción, el intercambio desigual.
Desgraciadamente, las medidas que se toman en la agricultura, en cualquier dirección, tardan meses y a veces hasta años en mostrar sus efectos plenamente. En el caso de la caña esta característica tiene total vigencia y así es como las reducciones de áreas cañeras ejecutadas desde mediados de 1960 hasta finales del año 1961, contando con dos años de sequías fuertes, se reflejan en las disminuciones sufridas en las zafras de 1962 y 1963. El camino en dirección contraria tiene idénticas características en función del tiempo. La diversificación, de comenzarse en menor grado, hubiera podido hacerse por la vía de utilizar las reservas de productividad existentes en los recursos que se venían asignando a los diferentes cultivos tradicionales. Esto hubiera permitido utilizar los recursos ociosos parcialmente, en un número pequeño de nuevas líneas. Simultáneamente, se hubiera podido ir tomando las medidas para introducir técnicas más modernas y complejas, que requieren un mayor período de asimilación. Al comenzar estas nuevas técnicas a rendir sus frutos en los cultivos ya tradicionales, principalmente los de exportación, hubiera sido factible entonces trasladar recursos a las áreas de diversificación sin que aquellas producciones se viesen afectadas. El segundo error fue el de dispersar sus recursos en un número grande de líneas agrícolas y pecuarias que también justificaron con el término de diversificación. Esta dispersión no solo se llevó a efecto en términos nacionales, sino dentro de cada una de las unidades agropecuarias productivas.
Ya hemos señalado que el monocultivo se fue a un número grande de líneas de desarrollo agrícola, lo cual implicaba una transformación brutal en un número de meses relativamente pequeño. Solamente una organización productiva muy sólida podría resistir este grado de cambio. En la agricultura, y máxime en la de un país subdesarrollado, la estructura mantiene una inflexibilidad muy elevada y la organización descansa sobre bases extremadamente débiles y subjetivas. Por consiguiente, el cambio institucional y, la diversificación simultánea provocaron una mayor debilidad en la organización productiva agrícola.
Después de transcurrido algunos años, las condiciones cambiaron y la presión de la lucha de clases se atenuó, es relativamente fácil realizar estas conclusiones críticas referentes al análisis que se hizo en aquel momento. La realidad se ha encargado de mostrar los errores y señalar el camino acertado. Y acertado fue el camino que siguió la Revolución Cubana en el sector agrícola; la caña tiene primera prioridad en cuanto a la asignación de los recursos y los factores que ayudan al uso más eficiente de los mismos. El resto de las producciones agrícolas y su desarrollo, que implican la diversificación, no se han abandonado, pero sí se han buscado las proporciones adecuadas para impedir una dispersión de recursos que dificulte optimizar el rendimiento de los mismos.
En el sector industrial, la política que se siguió también perseguía los dos objetivos señalados: resolver los problemas de desempleo y la escasez de divisas. La misma Reforma Agraria, las medidas revolucionarias redistribuidoras de ingreso y el aumneto del empleo que se observó en los otros sectores y en la propia industria, incrementaron considerablemente el mercado nacional, el cual se vió fortalecido al tomar el gobierno el monopolio sobre el comercio exterior e inaugurar una política proteccionsta contra las importaciones de bienes que, sin desventajas para el consumidor nacional, pudiesen ser elaborados en Cuba. La industria cubana se hallaba, en un primer momento, utilizando su capacidad en un porcentaje bastante bajo, debido a la competencia que sufría de las mercancías provenientes de Estados Unidos, muchas de las cuales entraban prácticamente sin pagar derechos arancelarios, y, también a lo limitado de la demanda nacional, causada por la polarización de buena parte de los ingresos en las clases parasitarias.
El incremento explosivo de la demanda permitió elevar este grado de utilización de la capacidad inmediatamente después del triunfo de la revolución, tomando una mayor participación los artículos nacionales dentro del consumo total. Este desarrollo de la industria, sin embargo agravó los problemas de la balanza de pagos, ya que la misma, debido a su poca integración nacional, poseía un componente importado extraordinariamente alto que tomaba la forma de combustible, materias primas, piezas de repuesto y equipos para reposición.
Los problemas en la balanza de pagos y el desempleo urbano, hizo seguir al gobierno revolucionario una política que implicaba el desarrollo industrial en función de eliminar estas taras. También allí se han tenido logros y errores. Desde los primeros años de la revolución se aseguró la base de energía eléctrica del país, adquiriendo capacidades en los países socialistas que cubrirían esas necesidades hasta 1970. Se crearon nuevas capacidades y se reequiparon muchos de los pequeños y medianos talleres existentes en la rama de la mecánica, lo cual ha sido uno de los factores que ha permitido mantener las fábricas funcionando cuando el bloqueo norteamericano sobre las piezas de repuesto ha mostrado sus más crudos efectos. Algunas fábricas textiles, instalaciones extractivas y químicas y el amplio auge de la búsqueda de nuevos recursos mineros, significan éxitos en el uso eficiente de los recursos naturales y materias primas de orígen nacional.
En el párrafo anterior fueron señalados ciertos logros de los primeros años en el desarrollo industrial, es justo mencionar los errores cometidos. Fundamentalmente éstos derivaron de una concepción poco precisa en las características tecnológicas y económicas que debían poseer muchas de las nuevas capacidades que se fueron instalando entre 1962 y 1964. Influenciados por el desempleo existente y por la presión que ejercían los problemas en el comercio exterior, se adquirieron un número grande de plantas tendientes a sustituír importaciones y cuya tecnología permitiese dar empleo a una cantidad aceptable de obreros urbanos. En muchas de estas plantas, posteriormente, se detectó, que su eficiencia técnica en términos internacionales resultaba insuficiente y que su efecto neto de sustitución de importaciones era bastante limitado, ya que las materias primas para operarlas no se producían nacionalmete.
También en el sector industrial rectificaron este tipo de error; las nuevas capacidades se evaluarían en función de las máximas ventajas que permite el comercio exterior y en base a las nuevas tecnologías que pudieran ser obtenidas en el mercado.
El desarrollo industrial alcanzado en tan solo cinco años de gobierno revolucionario se puede calificar de satisfactorio, teniendo en cuenta los problemas que causa el bloqueo norteamericano.
Las transformaciones que se produjeron en la economía cubana, en este período (1959-1964), provocaron grandes cambios en la estructura de su comercio exterior. En cuanto a exportaciones se refiere, estos cambios se limitaron principalmente al destino de las mismas, ya que el peso del azúcar continúo siendo tan determinante como lo era antes. En cambio, la estructura por grupos económicos de productos se alteró totalmente en las importaciones transcurridos estos cinco años. Los bienes de consumo, principalmente los duraderos, descendieron sustancialmente en beneficio de los bienes de inversión, mientras se produjo un leve descenso en los bienes intermedios. La política de sustitución de importaciones fue dando, lentamente, resultados palpables.
A partir del momento mismo en que la revolución logró una solidez integral en su política económica, los bienes de consumo duradero fueron incrementándose para satisfacer, en forma creciente, las necesidades de la vida moderna.
En 1964, el ministerio de economía señala tres vías principales con que contará para el desarrollo económico cubano hasta 1970 aproximadamente. El azúcar seguiría siendo la divisa principal de Cuba y su desarrollo implicaría aumentar la capacidad de producción en un 50%. Se produciría, paralelamente a esto, un desarrollo cualitativo en el sector azucarero, representado por una elevación sustancial de los rendimientos agrícolas por unidad de superficie y una elevación de la tecnificación y grado de instrumentación del sector industrial del mismo, acción esta última que tendería a recuperar el terreno perdido en eficiencia en los últimos 10 o 15 años, en que la ausencia de estímulos, dada la paralización del crecimiento del mercado cubano, llevó a un estancamiento tecnológico. Una de las columnas principales donde descansaba el desarrollo azucarero, al igual que todo el desarrollo de Cuba, era el convenio suscrito entre URSS y Cuba, en 1964 precisamente, con el cual se garantizaban ventas de enormes cantidades de azúcar a precios que superaban por amplio margen los promedios exitentes en los mercados norteamericanos y mundiales en los últimos 20 años. Aparte de todas sus favorables implicaciones económicas este convenio tuvo relevante importancia política, ya que traslucía el tipo de relaciones que se pueden producir entre un país subdesarrollado y otro desarrollado cuando ambos pertenecen al campo socialista, como contraposición a la tendencia permanente a reducir la relación de intercambio en perjuicio de las naciones pobres que ocurre en el comercio entre los llamados países exportadores de productos primarios y los países capitalistas industrializados.
La segunda línea de desarrollo social con que contaría Cuba es el níquel. Las riquezas naturales que representan las lateritas de la zona nororiental de Cuba, significarían una gran potencialidad para desarrollar allí el corazón de la futura industria metalúrgica. Para esto se comenzaría ampliando la capacidad de elaboración de níquel, lo que situaría a Cuba como segundo o tercer productor mundial de este metal estratégico.
Como tercera y última línea de desarrollo está la ganadería. La masa ganadera con que contaba Cuba en relación a su población y las enormes potencialidades ocultas permitieron decir que, en el transcurso de poco más de un decenio, la producción ganadera cubana tendría una importancia únicamente igualada por la de la industria azucarera. Después de satisfacer sus necesidades a niveles muy elevados, Cuba podría contar con excedentes de carne y derivados lácteos para la exportación.
Como se ve, el papel del comercio exterior en la economía cubana seguiría siendo estratégico, pero el futuro desarrollo del mismo sufriría un cambio cualitativo en su concepción. Ninguna de las tres líneas principales de desarrollo significaba esfuerzo en sustituír importaciones, con excepción de la función de la ganadería en los primeros años. Transcurridos éstos, las líneas de desarrollo se reflejarían totalmente en las exportaciones y, aunque no se abandonaría la política de sustitución de importaciones, sería balanceada con la anterior. Así, quedaría para el deseño de 1970 un proceso más acelerado de sustitución de importaciones que únicamente podría ser logrado en base a una industrialización de grandes magnitudes. Para esto se crearían las condiciones utilizando en todo lo posible las ventajas que permite el comercio exterior en una economía infradesarrollada.
Cabe preguntarse si la indiscutible importancia política que Cuba ha alcanzado en el mundo, a cinco años de la revolución, tuvo alguna contrapartida económica; más concretamente, si esa importancia debe hacer pensar en relaciones económicas más serias que se materialicen en el comercio con otros países del mundo, y, en este caso, cuáles serían las vías para llevar a efecto este intercambio, bastante disminuído a raíz del bloqueo norteamericano.
Dejando las razones de tipo utilitario que pudieran mover el análisis hacia la apología del comercio internacional, ya que fue evidente el interés de Cuba en el intercambio activo, regular y sostenido con todos los países del mundo, vamos a tratar de colocarlo en su exacta siglicación. Cuba no constituyó una obsesión para los gobernantes norteamericanos, solamente por efecto de sus aberradas mentalidades coloniales. Hay algo más que eso ; Cuba representa, desde el momento mismo de la revolución, la imágen clara del fracaso de la política norteamericana de agresión en las propias puertas del continente, constituye además, la imágen de los futuros países socialistas de la América Latina.
"El imperialismo norteamericano es más frágil de lo que se cree: es un gigante de pies de barro. Aunque su gran potencialidad actual no se vea seriamente afectada por las formas más violentas de luchas de clases intestinas que lleven a la ruptura prevista por Marx, del sistema capitalista, dicha potencialidad reside fundamentalmente en el poder monopólico extraterritorial que ejerce a través del intercambio desigual y la sujeción política de extensos territorios sobre los que desacarga el peso fundamental de las contradicciones".
"A medida que los países dependientes de América y de otras regiones del mundo se independicen de las trabas de las cadenas monopólicas y establezcan nuevos sistemas más justos y relaciones más justas con todos los países del mundo, las pesadas contribuciones que aportan nuestros territorios al modo de vida de las potencias imperialistas recaerán sobre ellas mismasy, de todos, Estados Unidos es el que tendrá que sufrir con mayor gravedad este fenómeno en el momento en que se produzca. Pero no solamente será esta la consecuencia del proceso histórico que afrontaremos proximamente. El capital financiero desplazado deberá buscar nuevos horizontes que sustituyan los perdidos y en esta pugna, el más herido, el más poderoso y el más agresivo, el de los Estados Unidos, desacargará el peso de su fuerza sobre los demás en una concurrencia despiadada que acaso adopte formas inesperadas y más concretas de violencia sobre los "aliados" de hoy".
"La existencia de Cuba representa esperanzas de un futuro mejor para los pueblos de América y la imagen de un porvenir peligroso para la aparentemente inconmovible estructura monopolista de los Estados Unidos. El tratar de ahogar a Cuba es la aspiración de congelar el presente, pero si a pesar de todos los tipos de agresiones que se realizan, el estado cubano se mantiene incólume, su economía se asienta y su comercio exterior se desarrolla, el fracaso de esta política será total y el vuelco hacia fórmulas de coexistencia más acelerado".
"Cuba, sin ser un mercado despreciable, quizá no tenga la importancia que amerite el aventurarse a rupturas abruptas con los Estados Unidos, pero América Latina es un gigantesco mercado potencial de doscientos millones de hombres y, por más que se quiera cerrar los ojos a la realidad, este continente convulso seguirá adelante en su lucha de liberación y establecerá uno a uno o en grupos, o todos juntos un bloque de países independientes de los sistemas imperialistas y afín al socialismo".